La media noche
encendida.
A la media noche tus ojos
se encienden,
despacio, muy despacio
como dos farolas,
rosas insomnes abriéndose
a la vida,
y despacio, muy despacio…
intento sujetarte.
Tu piel de alabastro fino me recibe,
caliente al tacto de mis
manos frías,
titilante como una vela a
punto de apagarse,
hermosa y frágil, perfecta
como la noche misma.
Los instantes se suceden entonces,
uno a uno sin decir
palabras,
aves silentes que al
viento vuelan,
compañeras en la media
noche de tus ojos.
Y te beso.
Te beso intensamente en un segundo…
Y tu cuerpo se me antoja
un ave de cenizas,
Adormecida entre las
sábanas que cubren,
agotada pero hermosa,
moribunda ante los ojos
que te esperan.
Y te enciendes despacio como la noche,
como esos ojos de botón de
rosa,
como las farolas en la
calle,
silentes todas, pero
vivas.
Tu cuerpo ardiente y exquisito,
mi pecho vivo cual tambor
de guerra,
el mundo agitándose
despacio entre mis brazos,
entre mis palmas y mis
dedos, entre mis labios.
Y me gusta la media noche que se enciende,
la mujer que me ilumina,
el estado insomne de las
cosas,
las aves adormecidas que
se suceden a lo lejos…
En algún lugar entre nosotros,
entre estas cuatro paredes
que nos miran…
en esta media noche que se
enciende.
-La media noche encendida-