Cafelito.
Ella, cómo un buen café,
se me antojaba a todas horas,
(una de crema por dos de azúcar)
¿Cuántas tazas me habría bebido
desde sus ojos hasta su boca
sujetando quizás de cada dedo
el haza de mi corazón en fuga?
Cafelito era de mis días amargos,
nota de vapor que todo endulza,
y en su danza al son, (rumor y espuma)
me gustaba tanto pretender o imaginar
que me servía a veces su amor…
y no un descafeinado.
Y sin embargo aquí existimos
los sibaritas, los amantes de lo fino,
los eternos fracasados.
(¿Cuánto su entrecejo habría surcado
cada noche, cada día, o cada tanto?)
Me gustaba, pues, para una vida…
aunque el cafelito no dure más de un rato,
y sin embargo y sin dudar, la bebería…
hoy, mañana, y cada día hasta no sé cuándo.
(…)
Ojalá y dios quiera un día
(ya sea por amor, error o algo),
volver a endulzarnos a los dos la vida,
aunque hoy le escriba yo una carta de amor
y usted me sirva, quizás y solamente,
uno más, descafeinado.
-Cafelito-