Fuego.
Se nos extendió el
amor un día…
como un fuego de
esos que ya nadie apaga.
Éramos entonces
movidos por el viento y el hambre,
como las hojas que
se consumen a su paso por la llama.
Ella era la sombra
que bailaba a la par de la flama,
el humo que se
disipa en un orgasmo hacia el espacio,
y yo era, quizás,
el sonido, el crepitar de la madera,
aquello se vuelve
ceniza, sin más, ante la hoguera.
Hoy nos queda solamente
un fuego de artificio,
de esos que se encienden
por la mecha y vuelan,
lejos, muy lejos
en el cielo y luego estallan
en la memoria del amante
que recuerda un viejo oficio.
Ella es entonces
un flashazo en la memoria,
una chispa que
escapa, algún rescoldo,
y yo, viejo y
cansado, pero aún absorto…
Le dedico una última bocanada a nuestra historia.
-Fuego-
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